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Entre corsés y modernidad: cómo las imágenes moldearon los cuerpos femeninos en la Argentina del siglo XX

En su reciente libro, la historiadora y diseñadora industrial Gisela Kaczan —doctora en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigadora adjunta del CONICET— explora cómo las representaciones visuales y los discursos impresos moldearon las sensibilidades y los cuerpos femeninos en las primeras décadas del siglo XX en Argentina. Directora del Grupo de Investigación “Estudios en Diseño. Género, Historia y Visualidades” de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, Kaczan analiza revistas ilustradas, fotografías, avisos publicitarios e influencias transatlánticas para reconstruir un paisaje cultural en el que belleza, salud y moda dialogaron con tensiones sociales y de género. Desde el Sistema de Medios Públicos de la UNMDP dialogamos con la autora para conocer las claves de su investigación y comprender por qué aquellas imágenes siguen interpelando el presente.

Un contexto de cambio y contradicciones

Kaczan explicó que las primeras décadas del siglo XX representaron un momento auspicioso para las mujeres argentinas. Accedieron a la educación, al trabajo fuera del hogar y a espacios de participación política y sindical. Sin embargo, ese avance convivió con discursos que intentaron preservar jerarquías de género. La autora sostuvo que estas transformaciones se reflejaron en las siluetas y en las prácticas corporales: se pasó de una figura rígida, dominada por corsés y voluminosos sombreros, a una más despojada, ágil y moderna. Esa transición generó entusiasmos y temores: los sectores conservadores vieron en las nuevas modas una amenaza a las “formas honradas” de la feminidad y a los privilegios masculinos largamente naturalizados.

La autora estudió revistas argentinas de amplia circulación y las comparó con publicaciones extranjeras. Encontró similitudes en las estrategias visuales y textuales: los discursos sobre la apariencia, la salud y la belleza viajaban entre continentes, fusionándose en la prensa ilustrada.

En las notas sociales y las secciones familiares, el mensaje escrito cumplía un rol aleccionador: enseñaba a las lectoras cómo vestir, cuidar su cuerpo o comportarse en sociedad. Con el tiempo, las imágenes ganaron protagonismo. Según explicó, los figurines pasaron de siluetas infantiles y desproporcionadas a representaciones más realistas, cercanas a la fotografía. Esa evolución visual buscó conmover y seducir, invitando a las mujeres a verse reflejadas en las protagonistas de las escenas publicitarias

Un hallazgo clave de Kaczan fue la influencia directa de modelos extranjeros en las ilustraciones locales. Recordó el caso del jabón La Toja, promocionado en revistas como Caras y Caretas: el anuncio replicaba casi exactamente una ilustración del estadounidense Charles Dana Gibson, creador de un estereotipo femenino sensual y provocativo. Para Kaczan, este descubrimiento confirmó que las modas y los estereotipos corporales circulaban entre Europa, Norteamérica y Argentina, legitimando modelos de belleza y conducta en un diálogo global.

Modernidad femenina y tensiones sociales

El proceso de modernización urbana también impactó en la construcción de las apariencias. Las nuevas mujeres –amas de casa modernas, trabajadoras, deportistas, artistas, flappers y viajeras– simbolizaron agilidad e independencia. Pero esos cambios despertaron resistencias: algunos sectores temían la “virilización” de las mujeres y el desmoronamiento de jerarquías sociales. Kaczan destacó que las siluetas andróginas de los años veinte, con pechos y caderas aplanados, desafiaron las asociaciones tradicionales entre voluptuosidad, maternidad y deseo masculino. Así, las revistas y los avisos no solo vendieron productos, sino que también pusieron en crisis sensibilidades y sistemas de pensamiento establecidos.

La autora, además de historiadora, es diseñadora industrial y dirige proyectos que cruzan historia cultural, género y estudios visuales. Además de las publicaciones gráficas, examinó fotografías, avisos, ilustraciones de moda y objetos importados que circularon en la Argentina de principios de siglo. Su enfoque mostró que las imágenes no fueron meras decoraciones: tuvieron –y tienen– un papel decisivo en la legitimación de la apariencia según el género. Kaczan planteó que estas representaciones no sólo narraron un ideal de belleza, sino que regularon comportamientos, definieron sensibilidades y propusieron un horizonte de perfeccionamiento para las mujeres.

Un legado que interpela el presente

Al recuperar esas huellas visuales, Kaczan invitó a reflexionar sobre las continuidades en los mandatos estéticos y de cuidado del cuerpo. Si bien las formas y los soportes cambiaron, persisten presiones que disciplinan las apariencias femeninas y las convierten en territorio de disputa. La autora sostuvo que comprender estas genealogías visuales permite cuestionar estereotipos vigentes y reconocer que los cuerpos de las mujeres siempre fueron un campo de negociación entre tradición y modernidad.

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